domingo, 14 de agosto de 2011

martes, 19 de abril de 2011

Renata, uno de los proyectos culturales más ambiciosos, amenaza con desaparecer

El escritor Nahum Montt, uno de los fundadores de Renata, uno de los proyectos culturales más ambiciosos de las últimas décadas. - Foto: El País

Un hombre de letras como Nahum Montt puede echarle a la escritura la culpa de muchas cosas. De los aplausos, por ejemplo. Ahí está su novela ‘El Esquimal y la mariposa’, Premio Nacional de Novela en 2004, reeditada por Alfaguara un año después, y ponderada como una “radiografía visceral y poética de la violencia colombiana de los años 80 y 90”.
Hay culpas menos gratas. Ahora mismo, Nahum la acusaría de esa incapacidad suya de aguardar la noche con ojos despiertos, sin sentir que los párpados le pesan como dos cortinas de hierro. Desde hace más de un año, no abrazar la cama antes de las 8 de la noche es un esfuerzo yerto: este nortesantandereano se obliga a ponerse en pie desde las 2 de la madrugada para terminar la novela que su editor en Barcelona espera desde hace meses.
El final de ese relato está a unas pocas páginas. Y eso es lo que le permite “asomar la cabeza” frente a un par de periodistas, tras esa larga hibernación literaria. Días enteros sin las angustias de los noticieros. Días de escribir a placer, comer lo necesario y dormir poco. Solo eso.
Ese mismo lapso de tiempo completa alejado de uno de los proyectos pedagógicos más ambiciosos de Colombia: la Red Nacional de Escritura Creativa, Renata, iniciativa que él, junto a otros escritores, creó hace más de 15 años. Convencido de la necesidad de un país capaz de “leer y escribir más allá de lo evidente”, Nahum —escritor y docente nacido en Barrancabermeja— ayudó a fortalecer la red como director del taller de narrativa Ciudad de Bogotá y como su coordinador general durante años.
Gracias a eso leyó y escuchó los relatos de miles de colombianos que asistían a estos espacios. Colombianos con un sólido apetito literario, deseosos de ponerse a salvo de los tormentos de la guerra y a veces hasta de sí mismos; gentes que atizaban sus relatos con el fuego de sus tragedias y alegrías.
Y en esos encuentros, claro, descubrió que a la escritura, a ese soberbio poder de la palabra sobre el papel, puede también culpársele de otros milagros: de que Bernarda descubriera, en Medellín, que tenía aliento lírico de sobra para fabricar poemas eróticos y de amor a sus 84 años. Que una mamá podía aliviar su contienda estéril contra un cáncer que terminó arrebatándole a su hijo. Que la jovencita al fin podía contarle al mundo sus motivaciones para entregar a un hijo en adopción. O que el soldado lisiado dejara a merced del tiempo algunos cuentos suyos.
Es que a sus talleres, en su mayoría versados sobre novela e historia, asisten personas tan variadas y complejas como los propios personajes de sus novelas. “Amas de casa, periodistas varados, pensionados, estudiantes. Recuerdo a Alma de la Calle, una lustrabotas. A un esmeraldero de la Avenida Jiménez de Bogotá”. Gente, en todo caso, con un único deseo: contar historias.
El panorama hoy no es alentador: la Red recibe cada vez menos recursos y muchos de sus líderes en las regiones y el propio Nahum Montt teme que Renata no pueda seguir. Este año, el Ministerio de Cultura destinó $30 millones para que estos talleres de escritura publiquen sus antologías. Años atrás, la cifra era dos veces mayor. ¿Es tan desalentador el futuro de la Red? El hombre que está detrás del escritorio puede sacarnos de la duda.

Nahum, ¿está de veras en peligro la continuidad de Renata?

Muchos tenemos esa terrible premonición. Si bien los talleres de escritura creativa deberían tener un presupuesto privilegiado, pues forman lectores y escritores de todas las edades, están en último plano.
Pero no es un problema particular de estos espacios, siempre la cultura ha sido la Cenicienta de los gobiernos...
Es cierto. Lo grave es que siempre se espera que se haga mucho con muy poco. Y la cultura tampoco ha sido ajena a la corrupción, que hace más daño que la violencia y Jota Mario por las mañanas. Conocemos casos incluso de poetas que los nombran como secretarios de Cultura y se roban los dineros. No se ha entendido, en su real dimensión, la importancia de formar una masa crítica de lectores y escritores con capacidad para discernir sobre las virtudes de un texto, más allá de lo que ordenen los gurués de la crítica literaria. No se ha entendido que saber leer y escribir es también una forma de legitimar la democracia.

Siendo así las cosas, ¿cómo asume el futuro de la Red?

Si llega el momento en que el Ministerio de Cultura no pueda apoyarnos más hay que buscar opciones. Nuestro problema es que la Red vive de las secretarias de Cultura, por eso la corrupción afecta tanto a este proyecto: si los dineros se los roban, recortan inmediatamente el presupuesto. Hay que evitar que la Red acabe ahogada.

Y, ¿cómo lograrlo?

El espíritu de la Red, que es poner en comunicación lo que escribe un colombiano bajo un palo de mango en Cereté, Córdoba, con otro que está en un parque de San José del Guaviare, seguirá firme. Ha sido la consigna de los talleres desde que nacieron. No hemos parado de tocar puertas en el sector privado, cada uno de los coordinadores regionales de lo talleres está trabajando en eso.

¿Por qué se han asumido estos talleres con tanta miopía, si cabe el término, por parte del Estado?

Podemos ponermos suspicaces y pensar que al Estado no le conviene demasiados lectores críticos. Tenemos un Estado con mentalidad de banquero: sólo le interesa que sus ciudadanos consuman. A los pequeños empresarios los bancos les prestan para consumo, no para inversión y los obligan a demostrar que tienen tres veces más del capital que va a pedir, lo cual es absurdo. Con estos procesos ocurre igual: una persona que ha trascendido la lectura y llega a la escritura arriba a un proceso más profundo de su pensamiento, se vuelve un ser humano complejo y crítico. Uno podría preguntarse ¿a qué Estado le interesa un país cuyos habitantes posean capacidad crítica suficiente para cuestionar lo que ven, más allá de la información fragmentada y a veces tendenciosa que les muestran los medios? Al Estado le conviene más que la gente consuma libros, pero no invertir en que la gente escriba. Eso es más peligroso.
Para muchos, el gran aporte de estos talleres ha sido que los colombianos asumieron la escritura más como un acto de liberación que como una vocación...
Ha habido de todo. A estos talleres han llegado colombianos con grandes preocupaciones sobre la estética y la técnica, y otros porque simplemente sienten la gran necesidad de contar algo y se sienten felices al ver sus escritos publicados en antologías. Rilque, en ‘Cartas a un joven poeta’, arranca diciendo: “Si tú puedes vivir sin escribir, vive sin escribir y no te metas en este rollo”. Los talleres sirven para aquellos que, más allá de tener predisposición o talento, tienen una necesidad vital de escribir. No buscamos descubrir talentos extraordinarios y lanzarlos a la fama, lo que buscamos es compartir experiencias a partir de búsquedas de la palabra, de búsquedas literarias.

Punto aparte ha sido la formación de lectores...

Sí. Hay libros que nacen muertos, otros que mueren a las dos semanas o al año y otros más que sobreviven a los años; el gran poder de decidir eso está en el lector, y muchos de los que han pasado por los talleres quedan con acervo suficiente para eso. Ha sido una experiencia en doble vía: si bien llevo años en la literatura hay talleristas que aún me sorprenden con autores que nunca hubiera imaginado. Autores a los que estas personas llegaron solas, sin que ningún crítico literario se los hubiera sugerido.
En este país de víctimas, uno imagina que en estos talleres se está escribiendo también la memoria de la guerra...
Recuerdo una frase de Saramago: “Colombia no estará en paz hasta que no termine de vomitar todos sus muertos”. En este país es más clara la visión de los victimarios que de las víctimas. Habla un jefe paramilitar desde un juzgado y eso es la noticia de abrir de los periódicos. Lo que dicen las víctimas, no. Las víctimas son solo cifras. Entonces pasa lo que una sociedad nunca se debería permitir: terminamos haciendo apologías a los asesinos y humillando a las víctimas y estas no pasan de un llanto espasmódico en la toma de un noticiero. Si bien los testimonios de ambos son necesarios, en muchos de estos talleres encontramos personas que se asoman a la literatura por ese duelo de país.
Le escucho decir eso y recuerdo a Germán Castro Caycedo quejándose hace unos meses, en estas mismas páginas, de la ‘sicaresca’ que se ha tomado a nuestra literatura.

¿Si es necesaria esa apología desmesurada a la violencia?

Un escritor responde, ante todo, a unas verdades del corazón. Y esas verdades se construyen a partir de nuestra experiencia de vida. En mi caso, soy un escritor de provincia, de Barrancabermeja, que vivió en su adolescencia una época durísima de violencia. En esa época era un gran fortín de la UP, con una economía de guerra y paros que dejaban a la ciudad en convalecencia y obligaban a no asomarse siquiera a la ventana. Yo construí mi carrera con esas verdades. Cada escritor tiene sus verdades y sus pasados. Claro, hay otros que las traicionan y se acomodan a las leyes de los mercados. No es lo que sucede con los talleristas de Renata: no esperan publicar, no esperan fama. Sólo esperan dejar con sus palabras testimonio vivo de su propia historia.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Juan Gabriel Vásquez, Premio Alfaguara!!!

Juan Gabriel Vásquez, Premio Alfaguara de Novela 2011 por El ruido de las cosas al caer

El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez ha sido galardonado con el Premio Alfaguara de Novela 2011, dotado con 175.000 dólares (unos 133.306 €) y una escultura de Martín Chirino, por la obra El ruido de las cosas al caer, presentada bajo el título Todos los pilotos muertos y con el seudónimo Raúl K. Fen. El jurado, presidido por Bernardo Atxaga y compuesto por Gustavo Guerrero, Lola Larumbe, Candela Peña, Imma Turbau y Juan González, ha declarado ganadora la novela por unanimidad.
Un total de 608 manuscritos inéditos, escritos en castellano, han concurrido a esta XIV edición del Premio Alfaguara. De ellos, 231 proceden de España, 105 de Argentina, 99 de México, 46 de Colombia, 29 de Estados Unidos, 25 de Perú, 19 de Chile y 14 de Venezuela. También en Bolivia se han recibido 14 originales, 12 en Ecuador, 5 en Uruguay, 5 también en la República Dominicana y 4 en Paraguay.
Juan Gabriel Vásquez nació en Bogotá en 1973. Es autor del libro de relatos Los amantes de Todos los Santos (Alfaguara 2001) y de dos novelas. Los informantes fue elegida en Colombia como una de las novelas más importantes de los últimos veinticinco años y fue finalista del Independent Foreign Fiction Prize en el Reino Unido. Historia secreta de Costaguana ha obtenido el premio Qwerty a la mejor novela en castellano (Barcelona), el premio Fundación Libros & Letras (Bogotá) y está actualmente en la lista de los finalistas del finalista del Independent Foreign Fiction Prize que se falla el próximo 26 de mayo en Londres. Ha vivido en París y en las Ardenas belgas, y en 1999 se instaló definitivamente en Barcelona. Ha traducido obras de John Hersey, Victor Hugo y E. M. Forster, entre otros, y su labor periodística también es destacada: Vásquez es columnista del periódico colombiano El Espectador, y ganó el Premio de Periodismo Simón Bolívar con El arte de la distorsión, ensayo incluido en el libro del mismo título. También es autor de una breve biografía de Joseph Conrad, El hombre de ninguna parte (2007). Sus libros están traducidos a catorce lenguas.
El ruido de las cosas al caer se inicia con la exótica fuga y posterior caza de un hipopótamo, último vestigio del imposible zoológico con el que Pablo Escobar exhibía su poder. Ésta es la chispa que arranca los mecanismos de la memoria de Antonio Yammara, protagonista y narrador de El ruido de las cosas al caer, un negro balance de una época de terror y violencia, en una Bogotá descrita como un territorio literario lleno de significaciones.
En 1995, Antonio conoce al intrigante Ricardo Laverde, quien ha pasado veinte años en la cárcel. Laverde, de quien se sabe que fue piloto, forma parte de la parroquia de unos billares donde Yammara, joven profesor universitario de Derecho, consume el ocio de su última juventud. Entre los dos se fraguará una estrecha amistad, y Antonio, que pasa por la vida desdibujado por la duda, creerá ver en la experiencia torturada de su amigo un aviso.
Desde su primera edición, en 1998, han presidido el Premio Alfaguara: Carlos Fuentes, Eduardo Mendoza, Alfredo Bryce Echenique, Antonio Muñoz Molina, Jorge Semprún, Luis Mateo Díez, José Saramago, José Manuel Caballero Bonald, Ángeles Mastretta, Mario Vargas Llosa, Sergio Ramírez, Luis Goytisolo y Manuel Vicent.
El Premio Alfaguara de Novela se ha convertido en un referente de los galardones literarios de calidad otorgados a una obra inédita escrita en castellano. Está dotado con 175.000 dólares y una escultura de Martín Chirino. Su vocación y proyección en todo el ámbito del idioma español en el mundo ha propiciado una difusión internacional de primer orden, apoyado por la edición simultánea de las obras ganadoras en España y América. Hasta el momento han obtenido el Premio Alfaguara de Novela: Caracol Beach de Eliseo Alberto y Margarita, está linda la mar de Sergio Ramírez (ambos ganadores de la primera edición), Son de Mar de Manuel Vicent, Últimas noticias del paraíso de Clara Sánchez, La piel del cielo de Elena Poniatowska, El vuelo de la reina de Tomás Eloy Martínez, Diablo Guardián de Xavier Velasco, Delirio de Laura Restrepo, El turno del escriba de Graciela Montes y Ema Wolf, Abril rojo de Santiago Roncagliolo, Mira si yo te querré de Luis Leante , Chiquita de Antonio Orlando Rodríguez, El viajero del siglo de Andrés Neuman y El arte de la resurrección de Hernán Rivera Letelier.
Todos ellos tuvieron una difusión intercontinental y presentaron sus obras en casi todos los países de habla hispana a lo largo del año de promoción. El éxito de sus obras se ha reflejado también en las traducciones contratadas a otras lenguas y en el interés que ha mostrado el cine en algunas de ellas, como la película Son de Mar, dirigida por Bigas Luna y basada en la novela homónima de Manuel Vicent.
Como en ediciones anteriores, el fallo del Premio ha sido retransmitido en directo a través de las páginas web de: www.alfaguara.com/es, www.elpais.com, www.cadenaser.com y www.prisa.com.

tomado de http://www.alfaguara.com/es/noticia/juan-gabriel-vasquez-premio-alfaguara-de-novela-2011-por-el-ruido-de-las-cosas-al-caer-1/

domingo, 6 de marzo de 2011

Los 84 años de Gabo...

García Márquez y la visión mágica de la realidad


El autor colombiano celebra sus 84 años de vida

Legado. En 1982 obtuvo el Premio Nobel de Literatura (Foto: Archivo/ELUNIVERSAL 
El escritor colombiano, Premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez, nacido el 6 de marzo de 1927, celebra sus 84 años este domingo.
García Márquez fue uno de los invitados especiales a la inauguración de la nueva sede del Museo Soumaya.
El autor de novelas como 'Cien años de soledad', 'El coronel no tiene quien le escriba' y 'El amor en los tiempos del colera' fue centro de las luces el 1 de marzo pasado junto con el empresario Carlos Slim y el presidente Felipe Calderón.
Con una mágica, supersticiosa y sobrenatural visión de la realidad, influencia de sus abuelos maternos, el escritor colombiano Gabriel García Márquez es reconocido como una de las máximas figuras del "realismo mágico" .
Su literatura recrea anécdotas familiares a las que se suman la historia, la cosmogonía, los cantos populares de su tierra y todo un fluir de recuerdos y de saberes, que al proyectarse en sus ficciones, se presentan como entidades sobrenaturales cuestionando la noción de lo real, explican los críticos de su obra.
"García Márquez llega a ser coetáneo de la eternidad al adueñarse del tiempo, una de sus obsesiones, como el amor y la muerte, o el honor y la venganza, elementos con los que arma una particular mitología" .
Considerado como uno de los escritores más prestigiados del mundo y el más leído durante el siglo XX, "Gabo" , como lo llaman sus amigos, nació en Aracataca, un pueblo de la costa atlántica colombiana.
El hijo mayor de una numerosa familia de 12 hermanos, tuvo como padres a Gabriel Eligio García, inmigrante asentado en Aracataca por la "fiebre del banano" , en el primer decenio del siglo XX, y Luisa Santiaga Márquez, hija del coronel Nicolás Márquez y de Tranquilina Iguarán.
Los primeros ocho años de vida de García Márquez al lado del coronel Márquez, considerado por el autor como la figura más importante de su vida, fueron determinantes en la vida literaria del colombiano, pues de ese lapso de tiempo surgió lo esencial de su universo narrativo y mítico.
"Los recuerdos de su familia y de su infancia, el abuelo como prototipo del patriarca familiar, la abuela como modelo de las ´mamas grandes´ civilizadoras, la vivacidad del lenguaje campesino, la natural convivencia con lo mágico... aparecerán, transfigurados por la ficción, en muchas de sus obras" , señalan los expertos.
Entre ellas "La hojarasca" , "Cien años de soledad" (su obra cumbre) , "El amor en los tiempos del cólera" y el mundo caribeño, desmesurado y fantasmal de Aracataca, se transforman en 'Macondo', que en realidad era el nombre de una de las muchas fincas bananeras del lugar.
Su abuela materna también desempeñó un papel influyente en su educación, la casa que habitaban estaba llena de historias de fantasmas, premoniciones y signos que dieron origen a su mágica, supersticiosa y sobrenatural visión de la realidad.
Tras la muerte del coronel, en 1936, "Gabo" se fue a Barranquilla, donde vivían sus padres. Es ahí donde realiza sus estudios básicos y conoce a su ahora esposa Mercedes Barcha.
En 1943 se le concedió una beca para asistir al Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá, una ciudad cercana al norte de Bogotá, donde estudió el bachillerato y posteriormente la licenciatura en Derecho en la Universidad Nacional de Colombia.
Pero su deseo de ser escritor cada día se hacía mayor, lo emocionaba la idea de escribir con un estilo similar a las historias de su abuela, que se "inserta en un extraño acontecimientos ordinarios de configuración y las anomalías como si fueran simplemente un aspecto de la vida cotidiana".
Al trabajar como reportero para el diario "El espectador" , publicó su primer cuento, "La tercera resignación" , que apareció el 13 de septiembre de 1947.
Pronto abandonó los estudios de Derecho y en un viaje a Barranquilla conoció a un grupo de periodistas que le fascinaron y decidió instalarse allí y orientar totalmente su vida al periodismo, por lo que empezó a trabajar de columnista en "El heraldo" .
En Barranquilla se instaló en un cuartucho de un edificio de cuatro pisos llamado "el rascacielos" , y ahí empezó a escribir su primera novela, "La hojarasca" .
Asimismo, se reunía con un grupo de intelectuales a quienes llamaron "Barranquilla" , integrado por Germán Vargas, Alvaro Cepeda y Alfonso Fuenmayor, periodista de gran formación al que García Márquez le debe el descubrimiento de los autores que más tarde se convertirían en sus modelos literarios: Kafka, Joyce y, muy especialmente, Faulkner, Virginia Woolf y Hemingway.
Convencido por Alvaro Mutis, Gabo regresó a Bogotá en 1954, donde se desarrolló como periodista y crítico de cine, lo que le permitió continuar con su carrera literaria. Un año después publicó "Relato de un náufrago" , obra que lo llevó a salir de su país rumbo a Europa, donde permaneció cuatro años.
Se instaló en París, donde, a decir del propio García Márquez, "vive de milagros cotidianos" , pues enfrentó grandes penalidades económicas pese a que trabajó de día y noche. Sin embargo, no perdió la inspiración y en ese lapso escribió "La mala hora" y "El coronel no tiene quien le escriba" , otra de sus mejores obras.
A su regreso a América, García Márquez se instaló en Venezuela, donde fue testigo del derrocamiento del dictador Pérez Jiménez, hecho que le inspiró para escribir, 15 años después, otra de sus novelas más conocidas: "El otoño del patriarca" .
Padre de dos hijos, Rodrigo y Gonzalo, el escritor colombiano se mudó a Cuba, donde trabajó para Prensa Latina, agencia de noticias gubernamental que posteriormente lo envió a Nueva York como corresponsal, trabajo en el que no permaneció mucho tiempo y decidió instalarse en México.
A partir de 1963, Gabo consiguió trabajo como guionista. Su primer guión, "El gallo de oro" , lo escribió en colaboración con Carlos Fuentes a partir de un cuento de Juan Rulfo.
Dos años después, García Márquez y Fuentes volvieron a trabajar juntos en la adaptación cinematográfica de Pedro Páramo, lo que demuestra la admiración que ambos sienten por la escueta e intensísima obra del silencioso escritor mexicano.
Aunque dice no estar satisfecho de ninguno de sus trabajos cinematográficos, no obstante realizó otros guiones como "Tiempo de morir" , "H.O." , "Patsy mi amor" y "En este pueblo no hay ladrones" , una adaptación de la novela que lleva el mismo nombre.
Durante cuatro años (1961-1965) 'Gabo' sufrió de una "esterilidad literaria" que lo llevó a la honda depresión y a vivir torturado. No obstante logró salir de ese bache para escribir lo que se considera su obra más importante y que le valió el Premio Nobel de Literatura en 1982: "Cien años de soledad" .
Se trata de la recreación del universo mítico que vivió García Márquez en su infancia durante el tiempo que vivió con sus abuelos maternos. La "revelación" tuvo lugar un día de enero de 1965 mientras conducía su auto por la carretera de México a Acapulco.
"Cien años de soledad" (junio de 1967) tuvo un éxito fulminante, ya que en pocos días se agotó la primera edición y en tres años se vendieron más de medio millón de ejemplares.
En 1972 llegó otra de sus novelas más populares y que, al igual que "El coronel no tiene quien le escriba" , fue llevada a la pantalla grande nada menos que con la participación de la actriz griega Irene Papas: "La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada" .
Su fama de escritor le permitió estrechar lazos de amistad con mandatarios de tendencia progresista (Fidel Castro, Omar Torrijos, Carlos Andrés Pérez, los sandinistas y últimamente con Hugo Chávez) ; se convirtió en embajador extraoficial del continente y ha luchado activamente en defensa de los derechos humanos.
En 1982 la Academia Sueca le concedió el Premio Nobel de Literatura, que además del reconocimiento ofrece un apoyo económico que en aquella ocasión fue de 157 mil dólares, con los que decidió crear su propio periódico en Colombia, al que llamó "El otro" .
Fue en esa época en la que comenzó a escribir la novela "El amor en los tiempos del cólera" , otra de sus obras más significativas en la que relata la historia de Florentino Ariza y Fermina Daza, en la que recrea el difícil noviazgo de sus padres.
En 1986, junto con el director argentino Fernando Birri, a quien conoció en Italia, cumplió una vieja deuda con la tercera de sus pasiones y promovió la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, así como la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, en Cuba, donde promueve a los nuevos valores en este arte.
Aunque ya no lo necesita económicamente, García Márquez se ha impuesto la disciplina, "para mantener el brazo caliente" , de escribir, entre novela y novela, un artículo semanal que publica en diferentes periódicos.
En 1994 publicó "Del amor y otros demonios" , una novela ambientada en la Cartagena de Indias del siglo XVIII, que cuenta los amores imposibles entre un cura de 30 años y una marquesita criolla de 12, a la que debía exorcizar.
Pese a que desde 1999 mantiene una lucha incansablemente contra el cáncer linfático, García Márquez continúa lleno de proyectos y sigue demostrando una admirable energía que lo ha llevado a escribir otras historias, como "Noticias de un secuestro" , "Memoria de mis putas tristes" y "Vivir para contarla" , su autobiografía que constará de tres volúmenes.